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Una de cada tres mujeres en el planeta ha sufrido abusos

Una de cada tres mujeres en el planeta ha sufrido abusos en algún momento de su vida a manos de agentes del Estado, miembros de su propia familia o conocidos.

La violencia en la familia es la primera causa de muerte y de minusvalía para muchas mujeres, por encima del cáncer y los accidentes de tráfico.

Se calcula que hay 60 millones de niñas menos en el mundo a causa de los abortos selectivos y los infanticidios.

En Estados Unidos el propio gobierno reconoce que la violencia en el ámbito familiar es la mayor amenaza para todas las mujeres, más que las violaciones, los atracos y los accidentes de tráfico juntos.

En Rusia, 14.000 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o parientes en 1999, pero el país no dispone aún de una ley sobre violencia en el ámbito familiar.

El 70 por ciento de las mujeres asesinadas en el mundo lo son a manos de sus parejas o exparejas.

La violencia en el ámbito familiar es la principal causa de muerte y discapacidad entre las mujeres de 16 a 44 años de edad.

El otro genocidio de Ruanda: 500.000 mujeres violadas. De ellas, muchas contrajeron el SIDA y no tienen acceso a medicamentos.
La violencia contra las mujeres es probablemente la violación de los derechos humanos más habitual y que afecta a un mayor número de personas.

Millones de mujeres y niñas en el mundo son víctimas de violencia por razón de su sexo. En la familia y en la comunidad, en tiempos de guerra y de paz, la violencia contra las mujeres es, además de la más extendida, la violación de derechos humanos más oculta e impune.

La violencia contra las mujeres está presente en todas las sociedades del mundo, sea cual sea su sistema político o económico. No sabe de culturas, clases sociales ni etnias. Este escándalo cotidiano se manifiesta de diferentes maneras y tiene lugar en múltiples espacios, pero tiene una raíz única: la discriminación universal que sufren las mujeres por el mero hecho de serlo.

En todo el mundo, las mujeres se han organizado para poner al descubierto y combatir la violencia de género. Estos grupos de mujeres organizadas han logrado modificaciones en leyes, políticas y costumbres. Sin embargo, a pesar de estos importantes avances, en algunas zonas del mundo aún existen leyes y políticas abiertamente discriminatorias y en la práctica totalidad del planeta la discriminación “de hecho” sigue siendo una realidad.

La legislación internacional responsabiliza a los Estados de las violaciones de derechos humanos cometidas tanto por agentes estatales como por particulares. Esta responsabilidad incluye prevenir, investigar y sancionar la violencia, así como reparar a las víctimas.
A pesar de estar tan extendida, la violencia de género no es “natural” ni “inevitable”: es una expresión de normas y valores históricos y culturales concretos. La violencia contra las mujeres tiene su origen en la discriminación, que niega la igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres en muchos aspectos de la vida y que, a la vez, sirve para reforzarla, impidiendo que las mujeres ejerzan sus derechos y libertades.
El control de la socialización de las mujeres, de su sexualidad y de su vida reproductiva son mecanismos a través de los cuales los hombres perpetúan esta situación del dominio y la discriminación.

El factor “género” se añade a menudo a otros factores, como la etnia, la clase social, la nacionalidad, la orientación sexual o la edad, y determina que ciertos colectivos de mujeres sean más vulnerables a la violencia, y tengan peor protegidos sus derechos humanos.
La violencia contra las mujeres es la violación de los derechos humanos más extendida de nuestro tiempo. Las estadísticas muestran que se trata de una tragedia de dimensiones mundiales, que evidencia que en ningún rincón del planeta los derechos humanos de las mujeres son garantizados.
Se calcula que una de cada tres mujeres en el mundo es golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o sometida a algún otro tipo de abusos a lo largo de su vida. Según informes de la Organización Mundial de la Salud, el 70 % de las mujeres que son víctimas de asesinato mueren a manos de su compañero.

El 80% de las víctimas de las armas ligeras en el mundo son mujeres, niños y niñas, y en los conflictos armados más recientes, la violencia contra las mujeres se ha utilizado como arma de guerra. En Ruanda y Bosnia Herzegovina miles de mujeres fueron violadas, mutiladas, secuestradas y asesinadas, acciones que posteriormente se han reconocido como crímenes de guerra y genocidio por Tribunales Internacionales.

Estos datos son sólo la “punta del iceberg”, pues sólo se conoce y se registra una pequeña parte de los abusos producidos, ya que las víctimas no informan de ello muy a menudo por vergüenza o porque temen que la reacción sea de escepticismo, de incredulidad o de más violencia. La invisibilidad de la violencia contra las mujeres permite que los gobiernos, las comunidades y los particulares hagan caso omiso de sus responsabilidades.
Aunque todas las formas de violencia contra las mujeres están relacionadas, ya que parten de una raíz común, es importante destacar las diferentes manifestaciones y espacios de la violencia.
La violencia cometida en el entorno familiar es la más habitual y generalmente la más impune. Las mujeres de todo el mundo tienen mayor probabilidad de ser lastimadas, violadas o asesinadas por su compañero actual o anterior que por otra persona. El domicilio privado, considerado míticamente “santuario” de tranquilidad y referente de seguridad, es para millones de mujeres un lugar de sufrimiento, donde reciben maltrato, tortura e incluso la muerte.

Además, por otra parte, muchas niñas sufren abusos sexuales en el hogar, mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales lesivas para las mujeres. En muchos países las mujeres son obligadas a matrimonios forzados y la desobediencia es castigada por sus familias con ataques violentos o con la muerte.

En la comunidad, las mujeres sufren violación, abusos sexuales y acoso sexual en el trabajo, en las instituciones educativas y otros espacios. La trata de mujeres, la prostitución forzada y el trabajo forzado también se incluyen dentro de esta categoría, como los abusos contra las trabajadoras domésticas -reclusión, brutalidad física, condiciones de esclavitud y agresión sexual. La persecución y la violencia contra mujeres lesbianas, estigmatizadas y violadas para corregir su desviación por encargo de sus propias familias.

Muchas mujeres sufren violencia por parte de agentes del Estado. Amnistía Internacional ha documentado numerosos casos de violación y tortura a detenidas por parte de policías y guardias de prisiones. Además, por pertenecer a una determinada minoría étnica, miles de mujeres ha sido sometidas a esterilizaciones forzosas y las mujeres migrantes son más vulnerables a sufrir discriminación y abusos sexuales por policía, guardias de fronteras, funcionarios de inmigración.

En tiempos de guerra, las mujeres y niñas son a menudo objetivo militar. Por otra parte, la gran mayoría de las personas refugiadas y desplazadas internas a causa de los conflictos, son mujeres y niñas. En estos contextos las mujeres son violadas, secuestradas, mutiladas y esclavizadas sexualmente o como combatientes. La violación sistemática a las mujeres y niñas del bando enemigo ha sido utilizada como arma de guerra en los últimos conflictos tanto por ejércitos gubernamentales como por grupos armados.
A pesar de que el derecho internacional considera la violencia contra las mujeres una violación de los derechos humanos, esta declaración realizada por la ONU en 1993 no ha ido acompañada de medidas eficaces, imprescindibles sobre todo en el ámbito estatal y local.
Los autores de los actos de violencia contra las mujeres pueden ser funcionarios u otros agentes del Estado, pero en la mayor parte de los casos se trata de particulares. Esposos o compañeros, familiares, médicos, líderes religiosos, jefes y empresas pueden ser responsables de violencia contra las mujeres y tienen obligaciones básicas con respecto a los derechos humanos.

Sin embargo, en el caso de la violencia producida por particulares, además de la responsabilidad de los autores existe una responsabilidad directa del Estado si no adopta medidas para impedir la violación de los derechos, investigar y sancionar estos actos y proporcionar reparación a las víctimas.

La violencia contra las mujeres en los conflictos armados debe ser visibilizada y sancionada por parte de los Estados y en su caso por Tribunales Internacionales. Las víctimas deben ser debidamente reparadas y debe garantizarse que los abusos no vuelvan a producirse.

Cuando las situaciones de abuso trascienden las fronteras como la trata de mujeres y niñas, los abusos contra trabajadoras migrantes, refugiadas o migrantes indocumentadas es especialmente complicado establecer responsabilidades y garantizar protección a mujeres de quienes ningún país se hace responsable

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